miércoles, 7 de diciembre de 2011

Kitchen

Acabo de enamorarme. Como me pasa siempre,  de improviso,  mientras pienso en esos paisajes que quiero transitar,  en lo efímero del tiempo y el por qué de las aspirinas.  Las historias se repiten y debería saber que detrás de todas ellas siempre aparece una pequeña hendija de luz que cambia el rumbo y desarma lo que parece a punto de renacer o de morir. Que se mueve,  zigzaguea,  se  endereza y tambalea.  Se desarma.  Las  palabras se disparan  y yo ya no puedo detenerlas o tal vez  sean ellas,  la que me llevan  irremediablemente hacia donde quieren ir. Me preguntaba antes cómo contar el amor,  como convertirme en ese juez que agregando un prefijo podía transformarlo en desamor tan fácilmente  ¿ Y si no fuera justo? ¿ Y si no fuera posible?. 
Pero a las 02.57 acabo de vivir un instante de éxtasis y se que la primera vez es irrepetible,  aunque vuelva a tomar el libro entre mis manos y me acurruque sobre el sofá de nuevo.  La primera vez,  sin parpadear,  dejando al aire entrar por la nariz que se desarma sin atreverse a exhalar,  para que no se escape la brisa, para que no se sequen los labios,   para que esos instantes infinitos no se conviertan todavía en un sueño lejano.  Por eso me apresuro y al mismo tiempo me detengo,  con la contradicción de las manos abiertas que sostienen,  con el hechizo que deambula entre las hojas y la piel,  la misma que promete escalofríos,  la misma que hace un instante solo cubría  algunas pecas genuinas  y ahora se despereza sin pedir permiso. No necesito que me salven ni que opinen porque sería inútil pintar la luna que se asoma irreverente por la ventana,  acaso incierto o inentendible, acaso acoso fuera de tiempo. Porque lo dejo ahí y me mira. Porque lo olvido y me reclama , en el sabor insano de ese té que no alcanza a llenar una taza y sin embargo me incinera desde lejos.
Doy mil vueltas mientras tanto,  mientras quiero vivir sin detenerme en esa frase que me dice sin mirarme lo que imagino y  no quiero,  lo que se desgaja del papel.   Me pelo una naranja en un impulso y en el medio de su pulpa me entrevero.  Otra vez mis ojos se desnucan y se ofrendan.  Otra vez son solo ojos que reclaman. Estoy ahí  y me hace falta.  Me olvido del amor y lo hago eterno, me olvido de comer y me relego a ser tan solo comestible en su deseo. Me regalo una siesta imaginaria,  en medio de la noche somnolienta y lo trituro sin saberlo entre los dientes.
Tan solo hojas que transpiran suavemente,  tan solo sea mi aguerrido continente que  no está quieto en el letargo,  que no se apiada de impurezas y respira,  que me ocasiona en inquieta melodía  un vómito brutal de cosas quietas.  Doy vuelta la página,  leo mil veces,   me apiado de ella,  quiero matarla;  Me quedo inmóvil  y no es el lomo de mi gato,  tan solo esa palabra que me inquieta y me hace bella por fin,  me da certezas… Amor  en una letra.  Sonámbulo ,  pausado,  amordazado.  Amor al fin,  sin finales ni destino,  el que se ahueca y no deja ni un respiro, ese  caníbal que disfruta sin sentido de lo más tenue, lo más ingrato… De un sonido.  Silencio.  Me saco esas medias que incomodan,  descalza la luna es otra hora,  esa que quiero atropellar  yo si pudiera, vos desde afuera demostrarme  ese pudiera. Me apiado de los ruegos que incomodan,  del derrumbe de frases inconclusas,  de mí y sin querer de esas medusas  que no detienen el instante con sus manos.  No me detienen ,   no me importa que se cuele  entre fragancias el sabor de lo que duele.  Sigo leyendo y no paro porque quiero,   que exista el éxtasis también en mi desvelo.
02.57 …Otrora el rayo cayó y yo en el medio, sigo leyendo tan fija en ese  sueño. Sonámbulo,  pausado,  amordazado.  No necesito amor,  solo a un extraño. No necesito explicar que enamorada, vuelvo al sofá  distante , agazapada y somos uno esta noche sin estrellas.