jueves, 24 de noviembre de 2011

Carta a la muerte (Poeta Maldito)

Querida:
                 Disculpá el atrevimiento por el adjetivo, pero creo que a esta altura lo tengo permitido, luego de las idas y vueltas, de tus descaros, de mis persecuciones que hice alrededor tuyo ¿no te parece?
Recordás que hace ya un año y monedas (¡cómo pasa el tiempo!) que estuviste muy cerca, que mis ganas me invadían en tu encuentro. Sí, podrás decirme que mi fidelidad no fue del todo sólida, ni concreta, pero sabés cómo soy, ya me conocés, la valentía es tácita en mi cuerpo, mas parecida a espasmos o ahorcadas de un chico descompuesto.
En el fondo de mis sueños, aún retengo esa imágen en mi retina, de por una vez por todas, encontrarnos y dejar toda pena, todo dolor y estruendo, de fundirnos en un perpétuo abrazo, como signo de este irremediable, amor, adoración, cariño y hasta cierta envidia que denigran los pedazos de mi alma. Siempre admiré tu fuerza, la belleza de tu rostro, la facilidad de cambiar el alrededor, el entorno, el respeto que obtenés a cambio  ¿Quién no quisiera eso?.
No soy un hombre de seguridades, ya confesé que me muevo en aludes, pero la única certeza que tengo es que tarde o temprano estaremos juntos. Sinceramente, no espero a nadie, ni siquiera a vos, me cansé de esperar, de verme con las manos vacías, aunque mis métodos se modifiquen y siga consiguiendo el mismo resultado, en estos días que rajan la tierra.
No me importa, si estás tan ocupada como para leerme o responder (¿A qué?), se que estás de aquí para allá, pero no quería guardarme estas palabras que intuyo que las conocés y que tanto te pertenecen.

Mi amada, eternamente tuyo.

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